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Dóris Salcedo é entrevistada por Hans Herzog

ARTE LATINOAMERICANO: UN SERIAL

 

Doris Salcedo (nace en 1958 en Bogotá, Colombia, y vive y trabaja en Bogotá)

Por Hans Herzog https://hansherzog.art/arte-latinamericano/doris-salcedo-nace-en-1958-en-bogota-colombia-y-vive-y-trabaja-en-bogota/?ct=t(RSS_EMAIL_CAMPAIGN)

 

 

Doris Salcedo es una de las pocas artistas capaces de expresar en el arte los horrores que la violencia política inflige a la humanidad. Y lo ha venido haciendo de forma incesante durante las últimas décadas, sin caer en la cursilería sentimental. Su denuncia está impregnada de un luto profundo que, sin embargo, nunca se convierte en patetismo, e infunde de forma impresionante y con una elocuencia inesperada el silencio que provoca la ausencia humana. Comparando su trabajo con la realidad, una vez lo describió como una «canción de impotencia». Sin duda, se quedó corta.

 

La dignidad importa

«El arte no salva, pero puede devolver la dignidad humana que se ha perdido». Hasta el día de hoy las obras de Doris Salcedo se mantienen fieles a este lema. Les da el espacio a las víctimas y nos hace escuchar sus lamentos. Con su extraordinaria capacidad artística, ilustra lo indescriptible y da expresión a lo indecible.

 

El arte de Doris Salcedo tiende a relacionarse con una realidad existente y sus obras podrían definirse como «monumentos». Tanto sus series más íntimas como sus obras fijas al aire libre y en gran escala, poseen un carácter universal que va mucho más allá de los contextos locales y exponen hasta qué punto la violencia deforma la vida. La ternura y vulnerabilidad ante la amenaza están siempre físicamente presentes en sus obras, donde la negación y la disfuncionalidad se erigen como metáforas de fenómenos como el desplazamiento, la tortura y la segregación.

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8th Istanbul Biennial, 2003, Fotografía: Sergio Clavijo

Monumentos meticulosos

Muchas de sus obras tienen una apariencia monumental y, no obstante, son muy sutiles en los detalles. Raro es el centímetro que no esté estéticamente pensado. Todo tiene su significado y función, y está elaborado con la mayor exactitud posible. Es más, su arte también posee una enorme calidad en términos de realización pictórica y escultórica. Todo esto se suma a un atractivo singular que a su vez conduce al efecto integral que generan los contenidos, la atmósfera y las emociones de cada obra individual. Materializar la intención de la artista requiere, por lo tanto, un máximo de rigor conceptual. No es de extrañar que Doris Salcedo haya exasperado a innumberables técnicos y curadores con su sofisticada logística.

 

Sus propias palabras reflejan el alto nivel que exige: «Las obras públicas necesitan una precisión que excluye la improvisación. Y: «Cuando logro darle a la pieza una vida independiente de la artista, entonces se convierte en una obra exitosa». Este enfoque meticuloso ya se había hecho evidente en su instalación para la Bienal de Estambul en 2003: apiló más de 1500 simples sillas de madera usadas en un pequeño espacio entre dos edificios para abordar la historia de la migración y el desplazamiento en Estambul, otorgándole un símbolo al caos y a la ausencia al mismo tiempo.

 

Shibboleth

«Shibboleth» fue otro gran éxito: Salcedo produjo una grieta de más de 150 metros de largo que serpenteaba a lo largo del piso en la Sala de las Turbinas del Tate Modern en Londres. Empezaba como una pequeña fractura y se iba expandiendo hacia una profundidad de dos pies en el otro extremo. El espacio negativo al que dio lugar –una fisura sutil y de corte áspero a la vez– era como una herida que podía vincularse al odio racial, a los inmigrantes y a la segregación.

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Palimpsesto, 2017, Palacio de Cristal, Madrid, Fotografía: Patrizia Tocci

Palimpsesto

«Palimpsesto» (2017), instalada en el Palacio de Cristal, en Madrid, hacía referencia a todos los refugiados que se han ahogado en el Atlántico y el Mediterráneo en los últimos años. Escritos en losas de piedra instaladas en el suelo del edificio, los nombres de los muertos, espaciados de forma equidistante, surgían como perlas de agua brillando y resplandeciendo a la luz del sol, como si fuesen lágrimas. Con todo eso, en la obra no había ni una pizca de melodrama, sujeta como estaba a la mente creativa y formalmente controlada de la artista. La violencia era palpable y, sin embargo, permanecía invisible: «Quiero hacer llorar a la gente».

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Fragmentos, 2018, Bogotá, 1296 tejas de acero, detalle

 

Fragmentos

«Fragmentos» (2017) fue creado en Bogotá como un monumento a la paz recién negociada con la guerrilla. La obra consta de tres espacios que comparten un piso hecho con el metal fundido de las armas entregadas por exguerrilleros de las FARC. Al principio, el visitante apenas nota que está caminando sobre ametralladoras fundidas; pero en el instante en que toma conciencia de este hecho, su percepción cambia por completo. Este efecto, de una sensualidad extraordinaria, recorre como un hilo conductor todo el arte de Doris Salcedo, aunque a menudo lo encubre la intensa carga emocional y política, por lo que no siempre se hace evidente de forma tan inmediata como en este trabajo.

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A flor de piel, 2012, detalle, Fotografía: Ben Westoby

A flor de piel

Otra obra de tremenda sensualidad y poesía es «A flor de piel» (2014). Cuarenta personas trabajaron durante dos años para realizar este «sudario» dedicado a las víctimas de la tortura. Miles y miles de pétalos de rosa están cosidos con puntos microscópicos –su superficie tratada para conservar la textura y los colores– quedan suspendidos entre lo animado y lo inanimado. La inmensa fragilidad, la desnuda impotencia del cuerpo humano se expresa aquí con más intensidad que en ninguna otra de sus obras. El sudario, de espléndida y lujosa opulencia, se ve húmedo y delicado. Por un lado, está la belleza terrenal de la sangre y la vida palpitando «a flor de piel», capturada en los colores cautivantes y en las finas venas de los pétalos de rosa; por otro lado, la mortaja extendida es insuficiente para cubrir incluso la más mínima fracción de los muertos que deben enterrarse. «Fue en los límites exteriores de la fragilidad que encontré un cuerpo vulnerable».

 

Cuando le pregunté a Doris Salcedo qué significa para ella la belleza, me respondió: «En mi obra logro acercarme a la falta de belleza y mostrar su ausencia. Es quizás lo más cerca que he estado de la belleza». ¡Otra vez se quedó muy corta!

 

Doris Salcedo (nascida em 1958 em Bogotá, Colômbia, e vive e trabalha em Bogotá)

Doris Salcedo é uma das poucas artistas capazes de expressar na arte os horrores que a violência política inflige à humanidade. E tem feito isso incessantemente nas últimas décadas, sem cair no kitsch sentimental. Sua denúncia está imbuída de um luto profundo que, no entanto, nunca se transforma em pathos, e infunde de forma impressionante e com eloquência inesperada o silêncio causado pela ausência humana. Comparando seu trabalho com a realidade, ele uma vez o descreveu como uma "canção de desamparo". Certamente ficou aquém.

 

dignidade importa

"A arte não salva, mas pode restaurar a dignidade humana perdida." Até hoje, as obras de Doris Salcedo permanecem fiéis a este lema. Dá espaço às vítimas e nos faz ouvir seus gritos. Com sua extraordinária habilidade artística, ele ilustra o indescritível e dá expressão ao indizível.

 

A arte de Doris Salcedo tende a se relacionar com uma realidade existente e suas obras podem ser definidas como "monumentos". Tanto sua série mais intimista quanto seus trabalhos ao ar livre de grande escala têm um caráter universal que vai muito além dos contextos locais e expõe até que ponto a violência deforma a vida. Ternura e vulnerabilidade diante da ameaça estão sempre fisicamente presentes em suas obras, onde a negação e a disfuncionalidade são metáforas para fenômenos como deslocamento, tortura e segregação.

 

monumentos meticulosos

Muitas de suas obras têm uma aparência monumental e, no entanto, são muito sutis em detalhes. Raro é o centímetro que não é esteticamente pensado. Tudo tem seu significado e função, e é elaborado com a maior precisão possível. Além disso, sua arte também tem enorme qualidade em termos de realização pictórica e escultórica. Tudo isso se soma a um apelo singular que, por sua vez, leva ao efeito abrangente gerado pelos conteúdos, atmosfera e emoções de cada obra individual. A materialização da intenção do artista requer, portanto, um máximo de rigor conceitual. Não é à toa que Doris Salcedo tem exasperado inúmeros técnicos e curadores com sua sofisticada logística.

 

Suas próprias palavras refletem o alto nível que ele exige: «As obras públicas precisam de uma precisão que exclua a improvisação. E: «Quando consigo dar à peça uma vida independente do artista, torna-se uma obra de sucesso». Essa abordagem meticulosa já havia sido evidente em sua instalação para a Bienal de Istambul em 2003: ele empilhou mais de 1.500 cadeiras de madeira simples e usadas em um pequeno espaço entre dois prédios para abordar a história da migração e deslocamento em Istambul, dando-lhe um símbolo de caos e ausência ao mesmo tempo.

 

Shibboleth

"Shibboleth" foi outro grande sucesso: Salcedo produziu uma rachadura de 150 metros de comprimento que serpenteava pelo chão do Turbine Hall da Tate Modern, em Londres. Começou como uma pequena fratura e se expandiu para uma profundidade de sessenta centímetros na outra extremidade. O espaço negativo que deu origem – uma fissura sutil e grosseira – era como uma ferida que poderia estar ligada ao ódio racial, aos imigrantes e à segregação.

 

Palimpsesto

«Palimpsesto» (2017), instalado no Palácio de Cristal, em Madrid, referia-se a todos os refugiados que se afogaram no Atlântico e no Mediterrâneo nos últimos anos. Escritos em lajes de pedra cravadas no chão do prédio, os nomes dos mortos, espaçados de forma equidistante, erguiam-se como pérolas de água, cintilando e brilhando à luz do sol, como lágrimas. Com tudo isso, não havia um pingo de melodrama na obra, sujeita à mente criativa e formalmente controlada do artista. A violência era palpável, mas permanecia invisível: "Quero fazer as pessoas chorarem".

 

Fragmentos

“Fragmentos” (2017) foi criado em Bogotá como um monumento à paz recentemente negociada com a guerrilha. A obra consiste em três espaços que compartilham um piso feito com o metal fundido das armas entregues por ex-guerrilheiros das FARC. A princípio, o visitante mal percebe que está andando sobre metralhadoras derretidas; mas no momento em que você se conscientiza desse fato, sua percepção muda completamente. Este efeito, de extraordinária sensualidade, corre como um fio condutor em toda a arte de Doris Salcedo, embora muitas vezes seja coberto por uma intensa carga emocional e política, razão pela qual nem sempre é tão imediatamente evidente como nesta obra.

 

A flor da pele

Outra obra de tremenda sensualidade e poesia é "A flor de piel" (2014). Quarenta pessoas trabalharam durante dois anos para fazer este "sudário" dedicado às vítimas de tortura. Milhares e milhares de pétalas de rosas são costuradas com pontos microscópicos – sua superfície tratada para preservar a textura e as cores – ficam suspensas entre o animado e o inanimado. A imensa fragilidade, a impotência nua do corpo humano se expressa aqui mais intensamente do que em qualquer outra de suas obras. O sudário, de esplêndida e luxuosa opulência, parece úmido e delicado. Por um lado, a beleza terrena do sangue e da vida pulsando “sob a pele”, capturada nas cores cativantes e nos veios finos das pétalas de rosa; por outro lado, a mortalha estendida é insuficiente para cobrir até mesmo a menor fração dos mortos a serem enterrados. "Foi nos limites externos da fragilidade que encontrei um corpo vulnerável."

Quando perguntei a Doris Salcedo o que a beleza significa para ela, ela respondeu: «No meu trabalho consigo abordar a falta de beleza e mostrar a sua ausência. É talvez o mais próximo que eu já cheguei da beleza." Mais uma vez ficou aquém!

 

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